Cada una de las obras de video y audio en la sala Hudson (Show)Room explora el proceso mediante el cual la fantasía se vuelve realidad y la realidad se convierte en una fantasía cinemática. En un extremo de la galería, dos televisiones sobre pedestales transmiten videos breves que son acompa- ñados por pistas de audio a través de unos audífonos. El primero, House Burning (Casa en Llamas) (2011), representa una enorme hacienda envuelta en llamas. La cámara se acerca a la residencia desde un camino enlodado y se queda enfocada en la conflagración durante varios minutos. El audio para House Burning fue capturado en un formato binaural, un método en el cual dos micrófo- nos que graban canales separados, son colocados a varias pulgadas de distancia uno del otro para simular la forma en la que los oídos humanos reciben y procesan el sonido. De este modo, cuando por fin llega un camión de bomberos, lo escuchamos gradualmente acercarse desde nuestra extrema izquierda mucho antes de que aparezca en el marco de la pantalla. El resultado es una desconcertante fusión de sonido realista y abrumador junto con la vista limitada disponible en el monitor. El video por sí mismo es igualmente contradictorio y perturbador: la imagen de una casa en llames es ineludiblemente cautivadora y sin embargo es al mismo tiempo horripilante. De igual manera, en el pequeño corto de secuencia continua Hill Climbing (Escalando la Colina) (2002), la ausencia de especificación visual se combina con audio binaural híper-realístico a fin de confundir nuestro deseo de identificarnos con y colocarnos dentro de la escena. Al igual que en una pesadilla recurrente, buscamos resolución, pero no se nos otorga. Escalamos la colina por siempre, pero nunca llegamos a la cima.
Escondido en una cámara oscura, Night Canoeing (Canotaje Nocturno) (2004) explota una dispari- dad similar en estímulos visuales y auditivos. Observamos un recorrido en canoa en las altas horas de una noche fría. A partir de la luz de una lámpara en la orilla, podemos vislumbrar de manera incompleta la maleza que recubre la orilla. Mientras la temblorosa luz oscila de arriba hacia abajo, obscurece nuestro de por sí, mínimo campo de visión al iluminar el espeso vapor elevándose ociosamente desde la superficie del agua turbia. Nuevamente, debemos confiar en el sonido para entender lo que estamos viendo. Cuando la canoa acelera y escuchamos que aumenta la cadencia de los remeros, la pantalla es sorpren- dida por vapor y agua que pasan de prisa. Nos vemos hipnotizados por la combinación de audio y video rítmicos aun cuando estamos aterrorizados por el misterio de porqué los remeros han decidido huir.
En la galería, hay en exhibición cinco piezas de Dreams-Telephone Series (Sueños-la Serie de Teléfono) (2008-2010) de Cardiff y Miller. Al levantar el pesado auricular de cada uno de los teléfonos antiguos, uno escucha la suave y distante voz de una mujer contando un sueño. Aquí, no hay video que acompañe el sonido. Por el contrario, el oyente debe poner mucha atención a las palabras de la interlocutora y las extrañas y fantásticas imágenes que ella conjura. Incon- exas y fragmentadas, las narrativas subrayan el reto que uno encuentra cuando intenta describir algo que es sumamente personal y al mismo tiempo completamente ilógico. Según la soñadora narra sus historias, ella comenta lo difícil que es recordar los detalles de sus sueños y el poco sentido que tienen cuando los expresa verbalmente. Al escuchar, nos quedamos igual que la soñadora, perplejos, sorprendidos y aterrorizados de las imágenes que ella es capaz de inventar en su sueño.
Por último, encontramos The Muriel Lake Incident (El Incidente del Lago Muriel) (1999), una caja de madera elevada con un área rectangular y ancha tallada en su extremo frontal para poder ver. Al mirar detenidamente al interior, vemos un cine completo con asientos y un escenario con sus telones que han sido laboriosamente recreados en miniatura. Un conjunto de audífonos se encuen- tra debajo de la ventana, y al mirar la película en blanco y negro proyectada en la minúscula pantalla, nos damos cuenta de que el audio que estamos escuchando consiste no sólo en la banda sonora de la película, sino también en el ruido de los espectadores cercanos conforme susurran, comen y perturban nuestros intentos de prestar atención a la película. En el audio binaural, escuchamos la interferencia de los espectadores imaginarios a la derecha, a la izquierda e incluso detrás de nosotros. Conforme la historia en la pantalla y la que se desenvuelve entre los espectadores imagi- narios comienzan a fusionarse, nos vemos arrastrados hacia la fantasía fraguada por el material gráfico: llegamos a sentir y a creer que realmente estamos sentados en el cine, rodeados por un público ruidoso y desconsiderado. Y sin embargo, al mirar detenidamente desde nuestro omni- sciente punto de vista por encima de la sala, nos damos cuenta de lo retirados que estamos de ella, misma que es gris, aburrida y completamente desprovista de presencia humana. Es como si estu- viésemos recordando un sueño en el cual estábamos viendo una película en el cine. En el sueño, lo que las personas a nuestro alrededor dijeron e hicieron durante la película se vuelve tan importante para nuestra memoria de la experiencia como nuestro recuerdo de la película misma. Al desplo- marse este tipo de voyeurismo en un simple momento de ver, The Muriel Lake Incident propone que el ver una película es como soñar, y a la inversa, que soñar no difiere tanto de ver una película en la memoria de uno.