La instalación de Oliver Lutz en Artpace, Paint It Black (Píntalo en Negro), es la iteración más ambiciosa de la obra de Lutz hasta la fecha, uniendo varias facetas exploradas anteriormente de manera individual. Encargada y producida por Artpace, toda la obra en la sala Hudson (Show)Room fue concebida y ejecutada para esta ocasión. Recontextualizando el objeto del arte en relación al mundo de los deportes, la exhibición aborda el espectáculo masivo contemporáneo como un vivero para rituales, mitos e interacción social condicionados culturalmente.
La presentación, que abarca dos salas, despliega en el espacio principal seis pinturas que han sido cubiertas en un pigmento negro, que, entre otros usos, es sabido que se ha adaptado para aplicaciones militares. En la galería adyacente, monitores de video conectados a once cámaras de vigilancia muestran las composiciones que yacen debajo de las superficies oscuras de las pinturas, dichas imágenes seleccionadas a partir de fotografías tomadas por el artista en un evento de la Asociación Nacional de Carreras de Automóviles de Serie (NASCAR) en el autódromo Texas Motor Speedway en Fort Worth este año.
Cada pintura representa un momento diferente en tiempo y un aspecto diferente del evento, y cada una ejemplifica alguna correlación entre espectador y espectáculo que refleja tipologías sociales y culturales más amplias. Las carreras de NASCAR son acontecimientos muy ruidosos. El rugir de los motores de los autos ahoga cualquier sonido del ambiente, y la mayoría de los espectadores utilizan audífonos y tapones para los oídos para disminuir el ruido. No obstante, el sonido continua siendo un estímulo dominante en dichos eventos, ya que los audífonos por lo general son sincronizados con los escáneres de las carreras que mantienen comunicación entre los pilotos y el equipo de boxes, y también detectan el audio de las transmisiones de radio y televisión de la carrera. Algunos fanáticos además sintonizan conexiones de retransmisión de video en vivo en dispositivos portátiles ofreciéndoles la vista que tiene el piloto de la acción. Mientras que los entusiastas de NASCAR con frecuencia se ven unidos por la lealtad hacia un determinado piloto o equipo, la combinación del ensordecedor ruido y los aparatos electrónicos personales promueven una atmósfera de contemplación individual. De esta manera, las carreras de NASCAR son la antítesis del evento deportivo normal del siglo veintiuno, en donde los espectadores con frecuencia se unen por una emoción colectiva. Normalmente sentados alrededor de una pista con carriles en forma ovalada o con sinuosas curvas en gradas en la parte más alta, los espectadores están segregados en diferentes áreas, rompiendo la contigua masa de gente encontrada en las arenas convencionales. Saturados de logotipos corporativos, promoción de productos y símbolos patrióticos, estos autódromos albergan una infestación de consumismo, nacionalismo y devoción que casi llega al grado de fanatismo religioso que no se ve en ningún otro deporte profesional.
Las pinturas ocultadas de Lutz y las visiones de video correspondiente emulan esta atmósfera de diversión y contemplación combinada. Las grabaciones digitales de audio de la carrera que son reproducidas dentro de la exhibición casi no logran relacionar los austeros lienzos monocromáticos con su entorno. Al contrario, los espectadores contemplan estos vacíos en una atmósfera altamente distrayente, una experiencia antimodernista de la pintura abstracta. Sin embargo, conforme uno escucha los diferentes sonidos del evento, un extraño estado hipnótico se establece conforme el rugir de los motores se desvanece en un murmullo una vez que los autos han desaparecido hacia la parte más alejada de la pista. Además de revelar las composiciones por debajo de las superficies negras, los monitores en la “galería de vigilancia” muestra a los espectadores en la exhibición, en efecto situándolos dentro del espacio de dichas pinturas. Esta absorción del espectador en el objeto enlaza la separación tradicional ente espectador y espectáculo, problematizando la jerarquía de ver y lo que se ve.
También incluida en la exposición, reproduciéndose en el monitor del vestíbulo de Artpace, se halla una selección de previas interpretaciones en videos del artista en los que él asume la apariencia de personajes que están involucrados en diferentes rituales o fantasías de control, poder, destrucción y la producción de arte. Esta es la primera exhibición individual de Lutz en un museo.