Florian Slotawa crea espacios y economías alternativas que suelen conectar y confundir los ámbitos de la cultura material y el arte y sus respectivos valores. En sus primeros años como estudiante de arte, se preguntó, «¿Qué queda por hacer cuando ya hay tantas cosas en el mundo?» Consciente del exceso, él cuestionó la necesidad de sus propios bienes. Como un ejercicio de catarsis personal, comenzó a traer todas sus pertenencias en el estudio para la instalación, incluyendo elementos que había dejado en casa de sus padres o regalos y cosas almacenadas en bodegas. La práctica ontológica parece afirmar: «Aquí estoy, en este momento y lugar,» al igual que la labor del artista conceptual On Kawara, quien hizo esta declaración textual en postales décadas antes.
Para Slotawa, la cultura material y específicamente sus propias pertenencias personales, representan un recurso rico y reciclable para formas escultóricas e instalaciones. Ante la idea de una huella ecológica, él ya daba seguimiento a lo que esto significa concretamente en su vida cotidiana en Berlín. Sus pertenencias, en su nuevo papel como «arte», encontraron nuevas funciones y cualidades escénicas e iconografía. En una exposición del museo, trazó El Juicio Final de Miguel Ángel en montones de objetos personales; para otra, creó una obra aún más abstracta, inspirada por Muelle y Océano de Piet Mondrian. A lo largo de su proceso, fotografió los aspectos de la exposición y reinstaló estas imágenes para proporcionar nuevos ángulos en su espacio demarcado. Al final, su práctica continua respondió más concretamente a las circunstancias recibidas con las que fue presentado. En un proyecto de museo en Suiza, invitó a la directora a desplazar toda su colección de posesiones personales, desafiando así la jerarquía del artista y de la institución. Cada vez más, su obra lidió con las estrategias de la colección y funciones de conservación del museo, así como del mercado del arte, de manera inusual.
Para Artpace, Slotawa procuró dibujar paralelismos entre dos culturas y sus respectivas formas, al utilizar materiales encontrados localmente. Asestado por el propio papel de Texas en la historia del minimalismo, se interesó en conectar simbólicamente una figura femenina europea histórica: la escultora rusa de los años 1930 Katarzyna Kobro, mediante la creación de una convivencia con las obras de Donald Judd y el paisaje de Texas. Siendo el Constructivismo uno de los antecedentes importantes a la propia práctica escultórica de Judd (que más tarde fue denominada minimalismo por historiadores del arte), Slotawa trae estas piezas en una especie de conversación póstuma. Su proceso comenzó en Polonia, donde obtuvo permiso para hacer modelos provisionales basados en fragmentos de la obra en metal de Kobro. A su llegada a Texas, procedió a construir los modelos metálicos, a reunir muebles encontrados en la oficina en Artpace y a conducir de ida y vuelta al oeste de Texas a fin de ver una conversación con el legado de Judd, así como con la flora y fauna de la zona (otra forma local). La instalación final es una combinación de estas experiencias, perspectivas y diálogos formales que tienen la finalidad de crear parámetros más expansivos y ambiguos para la escultura y el entorno natural.